Sabemos por nosotros mismos que Popayán es llamada la ciudad blanca de Colombia. Este nombramiento nace a principios del siglo XX debido al predominio del color blanco en la arquitectura del sector histórico que se ha convertido en una marca identitaria que opera en el imaginario social al modo de una metáfora urbana.
Las paredes de la ciudad impregnadas de cal, elemento que se utilizo como recurso medicinal para el control de la plaga de niguas a pasado de saneamiento ambiental a control moral, marcando las fronteras territoriales de lo histórico con relación al espacio excluido del discurso colonial, la ciudad se polariza entre un centro homogéneo separado de sus periferias.
Recordemos que las paredes de la ciudad son pintadas antes del inicio de la semana mayor, recurso utilizado para limpiar las diferentes marcas; como graffitis, esténciles u otros tatuajes urbanos. Al pintar, limpia sus males aboliendo la diferencia cultural, olvidando que negros, blancos, mestizos, campesinos e indígenas convivimos desde hace tiempo y que pertenecemos a una misma ciudad.
Las paredes de la ciudad impregnadas de cal, elemento que se utilizo como recurso medicinal para el control de la plaga de niguas a pasado de saneamiento ambiental a control moral, marcando las fronteras territoriales de lo histórico con relación al espacio excluido del discurso colonial, la ciudad se polariza entre un centro homogéneo separado de sus periferias.
Recordemos que las paredes de la ciudad son pintadas antes del inicio de la semana mayor, recurso utilizado para limpiar las diferentes marcas; como graffitis, esténciles u otros tatuajes urbanos. Al pintar, limpia sus males aboliendo la diferencia cultural, olvidando que negros, blancos, mestizos, campesinos e indígenas convivimos desde hace tiempo y que pertenecemos a una misma ciudad.
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