Popayán fue fundada en lo que ahora se conoce como una región de alto riesgo sísmico, volcánica por añadidura y ha sido semidestruida repetidas veces por otros tantos terremotos, entre los cuales los más intensos han sido los de 1736 y 1983. En ambas ocasiones fue necesario concentrar recursos y esfuerzos, no en la expansión citadina sino en la reconstrucción de lo destruido o averiado.
Popayán, al contrario de Cartagena y Mompox, ciudades de trazado irregular, y al igual que Santa Fe de Bogotá, Tunja o Pamplona, es un buen ejemplo de trazado geométrico "clásico", según las tradiciones del sur y centro de España, conformado por una retícula razonablemente ortogonal de calles, más o menos orientada a los cuatro puntos cardinales. Al terminar el siglo XVIII no llegaban a cincuenta las manzanas trazadas, así fuese parcialmente, en prolongación de la cuadrícula original basada en la plaza mayor de la ciudad, es decir, una expansión de apenas unas cuarenta manzanas en algo más de doscientos años. El rostro de le ciudad, y por lo tanto, su carácter urbano, tal como llega a los comienzos del siglo XX, se debe ante todo a las superposiciones urbanísticas y arquitectónicas llevadas a cabo durante la segunda mitad del siglo XIX, sobre lo que fue pasible reconstruir desde el segundo tercio del XVIII hasta el final del periodo colonial. Lo que singulariza a Popayán entre las ciudades de origen colonial en Colombia es esa hibridación urbanística y arquitectónica causada accidentalmente por movimientos sísmicos. Estos no podían borrar el trazado urbano, pero sí lograron alterar decisivamente su volumetría y el lenguaje tradicional de su arquitectura.
La tendencia formal derivada de lo anterior fue la de enfatizar la armonía formal urbana ye existente, minimizando diferencias entre fachadas y nivelando cualitativamente el lenguaje barroco de éstas. Las variantes formales en los frentes de las calles no desaparecieron par entero, pero quedó aparente en toda la ciudad, sus principios básicos eran tan escasos como bien observados.
La nueva ciudad fue construida con un nuevo espíritu, con énfasis en los enormes templos, en los que la riquísima y prolija ornamentación barroca parecía ser la expiación del inmediato pasado. Las casas cuarteles fueron reemplazadas por palacetes llenos de gracia, con sus alquerías interiores en las que se mezclaban los pilastrones del orden jónico o toscano en las obras y el mudéjar en las de ladrillo. En Popayán la unanimidad no es sinónimo de uniformidad.
Si quieres saber más sobre la arquitectura de Popayán visita este Link.
Popayán, al contrario de Cartagena y Mompox, ciudades de trazado irregular, y al igual que Santa Fe de Bogotá, Tunja o Pamplona, es un buen ejemplo de trazado geométrico "clásico", según las tradiciones del sur y centro de España, conformado por una retícula razonablemente ortogonal de calles, más o menos orientada a los cuatro puntos cardinales. Al terminar el siglo XVIII no llegaban a cincuenta las manzanas trazadas, así fuese parcialmente, en prolongación de la cuadrícula original basada en la plaza mayor de la ciudad, es decir, una expansión de apenas unas cuarenta manzanas en algo más de doscientos años. El rostro de le ciudad, y por lo tanto, su carácter urbano, tal como llega a los comienzos del siglo XX, se debe ante todo a las superposiciones urbanísticas y arquitectónicas llevadas a cabo durante la segunda mitad del siglo XIX, sobre lo que fue pasible reconstruir desde el segundo tercio del XVIII hasta el final del periodo colonial. Lo que singulariza a Popayán entre las ciudades de origen colonial en Colombia es esa hibridación urbanística y arquitectónica causada accidentalmente por movimientos sísmicos. Estos no podían borrar el trazado urbano, pero sí lograron alterar decisivamente su volumetría y el lenguaje tradicional de su arquitectura.
La tendencia formal derivada de lo anterior fue la de enfatizar la armonía formal urbana ye existente, minimizando diferencias entre fachadas y nivelando cualitativamente el lenguaje barroco de éstas. Las variantes formales en los frentes de las calles no desaparecieron par entero, pero quedó aparente en toda la ciudad, sus principios básicos eran tan escasos como bien observados.
La nueva ciudad fue construida con un nuevo espíritu, con énfasis en los enormes templos, en los que la riquísima y prolija ornamentación barroca parecía ser la expiación del inmediato pasado. Las casas cuarteles fueron reemplazadas por palacetes llenos de gracia, con sus alquerías interiores en las que se mezclaban los pilastrones del orden jónico o toscano en las obras y el mudéjar en las de ladrillo. En Popayán la unanimidad no es sinónimo de uniformidad.
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